Confieso que no soy muy aficionado al fútbol y que no comprendo muchas de las pasiones y movimientos de poder que genera este espectáculo. Así es que el otro día tuve la oportunidad de ir al estadio a ver un partido de un equipo que ahora está luchando por ganar la liga de este bendito país.
Y el espectáculo fue grandioso...pero no en el campo de juego sino en las gradas. Me quedé maravillado de lo que vi. Allí si que se junta todo el espectro social de la ciudad (y de otras ciudades, como comento en el post anterior).
Familias enteras, cuadrillas de amigos... en fin, qué pasión y qué furia para quien osara siquiera rozar a alguien del equipo local en el juego...Niños más energúmenos que sus padres, de quienes han aprendido a chillar y a decir tantas barbaridades como no han podido decirlas luego en el hogar bajo la amenaza de un sopapo de ese mismo padre...novias que saltaban de sus asientos como muelles y sapos, como los que escupían en cuanto el arbitro soplaba el silbato...
El espectáculo, como digo otra vez fue algo inolvidable.
Alguna vez había visto un programa los lunes en canal + cuya cámara enfocaba el comportamiento de algún aficionado peculiar, bueno, pues fué eso mismo pero multiplicado por mil...
La próxima vez que me inviten no fallo...