Lleva un buen rato la alarma de incendios de la 206 sonando con ese pitido intermitente tan molesto. Digo a "pisos" que "eche un vistazo" y me dicen que no hay nada anormal.
Menos mal.
Detengo ese puñetero ruido y después de varios minutos veo que pasa la huesped de la 206. Es joven, pelo largo, moreno y se dirige hacia la cafetería.
Recuerdo lo de la alarma y se lo comento, pero mientras lo estoy haciendo, me doy cuenta por qué ha saltado:
Sus ojos brillan como cristales y su voz es un poquito gangosa con una media sonrisa colgada en la boca.

Son tan sensibles las alarmas colocadas en los techos de las habitaciones que con un par de porros me zumban los oídos...